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Introducción
Si estás leyendo esto, es muy probable que seas protestante, y si eres protestante, es muy probable que formes partes del grupo que se llama “evangélico”. David Bebbington, en su celebrado estudio sobre el movimiento evangélico en Gran Bretaña, concluyó que hay cuatro características que lo unen: biblicismo, crucicentrismo, conversionismo y activismo.[1] A esta lista de cuatro, me gustaría proponer otra: su forma de culto. Es decir, el culto de muchas iglesias evangélicas sigue más o menos el mismo patrón: una bienvenida (quizá con una breve oración y/o lectura de la Biblia) seguida por muchas canciones (normalmente entre tres y seis) y por último una predicación seguida por una despedida (oración y/o llamada a responder).
En este artículo, no voy a hablar del culto evangélico en sí, sino de un componente que me resulta extraño: la práctica de cantar antes de escuchar a la Palabra. Me parece extraño porque la Biblia nos da otro patrón para la relación entre cantar y escuchar la Palabra: primero Dios nos habla a nosotros, y luego respondemos a él en canción. A continuación, veremos ejemplos de la Biblia en los que Dios habla o actúa primero, y luego su pueblo le responde en canción.
El patrón bíblico de la adoración
Este no es el momento adecuado para proporcionar todos los textos bíblicos que hablan del patrón bíblico de la adoración. Mi meta aquí es más modesta: proporcionar algunos de los textos más conocidos sobre el tema, que pueden ilustrar el caso de que el canto suele seguir a la palabra o el acto de Dios, y no precederla.
Éxodo 14-15: En Éxodo 14, Dios libra a los israelitas de los egipcios, y en Éxodo 15, Moisés y los israelitas responden con una canción. Luego, en los vv. 20-21, María y las mujeres también responden con una canción.
Jueces 4-5: En Jueces 4, Dios libra a los israelitas de Jabín rey de Canaán, y en Jueces 5, Débora y Barac responden con una canción.
1 Reyes 8: en los primeros versículos del capítulo, el Templo está dedicado al Señor y la nube del Señor lo llena de tal modo que los sacerdotes no pueden seguir ministrando. Luego Salomón responde con una oración extendida y con una bendición para la gente, y todos responden ofreciendo sacrificios.
Job 38:6-7: los ángeles alababan y se regocijaban cuando Dios creó el mundo.
El libro de los salmos: Una y otra vez los salmistas dan fe de que su canto funciona como respuesta a la obra de Dios: p. ej., 9:11-12; 13:6; 18 título (cf. vv. 46-49); 30 título (cf. vv. 4-5, 11-12); 33:3-5; 51:14; 59:16-17; etc…
El libro de Lamentaciones: El libro entero es un lamento que responde al juicio de Dios.
Apocalipsis 5: El Cordero toma el libro de la mano derecha de Dios, y los que rodean el trono responden con una canción.
El ritmo bíblico de la adoración
Como estos textos demuestran, el patrón consistente de la adoración bíblica se puede resumir con el ritmo de revelación–respuesta. Es decir, Dios se revela, se manifiesta, habla, y nosotros respondemos con una canción de manera adecuada. En la Biblia, nuestra adoración sigue la revelación de Dios, y no el revés. Esa es la razón por la que el culto evangélico me parece extraño, incluso no bíblico, en ciertos momentos: nos atrevemos a hablar primero a Dios, sin escucharle en su Palabra, sea leída o predicada.
No estoy argumentando que el culto evangélico es malo o anti-bíblico. Al contrario, quiero afirmar que aprecio mucho el énfasis que muchas iglesias evangélicas ponen en la Palabra. Sin embargo, los evangélicos afirmamos la doctrina de sola Escritura y la necesidad de reformarse siempre a la luz de ella. Por tanto, me gustaría retar a las iglesias evangélicas a ser más bíblicas con respecto al patrón de la adoración: primero debemos escuchar a Dios en su palabra —sea leída o predicada—, y luego responderle de manera adecuada.
Sugerencias prácticas
Supongo que habrá varias maneras de cumplir con el patrón de revelación–respuesta, pero me gustaría ofrecer dos maneras en las que se puede hacer. Primero, los cultos evangélicos deben tomarse en serio la práctica de otras denominaciones más tradicionales de empezar el culto con una lectura de la Biblia. El director de música podrá planear las canciones que la siguen, para que la gente pueda responder con una canción de manera adecuada (hace falta un poco de planificación para hacer esto). Segundo, en lugar de cantar entre tres y seis canciones antes de la predicación, ¿por qué no prorrogar el tiempo de cantar hasta después de la predicación? Muchas iglesias cantan por lo menos una canción después de la predicación, y si se selecciona bien, mucha gente dice que es el mejor momento del culto, en el que puede responder al Señor. El canto es el punto álgido de nuestra adoración, y nuestros corazones están más llenos y dispuestos a cantarle después de haberle escuchado en su Palabra.
Estas son nada más que sugerencias, pero me gustaría retar a todos a tomarse en serio el patrón bíblico de la adoración de revelación–respuesta, no solamente para el canto, sino para cada aspecto del culto y de sus vidas.
[1] Evangelicalism in Modern Britain: A History from the 1730s to the 1980s (London: Routledge, 1989).
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