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Los estudiantes de historia de la Iglesia se sienten distanciados del material que están estudiando, en parte, porque no comprenden el mundo en el que nació y creció el cristianismo. Ese mundo fue (principalmente) el Imperio romano.[1] El cristianismo se implicó en su cultura —llamada grecorromana debido a la fusión de las culturas griega (oriental) y romana (occidental)— resultando en una mutua influencia. El propósito de este ensayo es mostrar diez maneras en que la filosofía, la religión y la cosmovisión grecorromana influenciaron la teología cristiana. Espero que esto pueda ayudar a los estudiantes a entender mejor la historia de la Iglesia, especialmente la de los primeros 1.500 años.
1. Hermenéutica. Para cuando el cristianismo apareció en el mundo antiguo, los griegos llevaban siglos interpretando textos antiguos, especialmente La Ilíada y La Odisea de Homero, y habían desarrollado tres formas básicas de interpretar textos difíciles de comprender: 1) Muchas personas comunes adoptaban un enfoque literal (o literalista). Por ejemplo, si Homero hablaba de dioses luchando unos con otros durante la guerra de Troya, creían que esto tenía que entenderse literalmente, i.e., que había dioses y que luchaban ente sí durante la guerra de Troya. 2) Los filósofos liberales tendían a ir al extremo opuesto del pueblo llano y rechazaban por completo los textos sagrados. Los consideraban ridículos e indignos de los dioses, por lo que se negaban a reconocer su autoridad. Después de todo, ¿por qué se iban a preocupar tanto por los asuntos humanos como para estar dispuestos a luchar entre sí? Así, rechazaron por completo la idea de los dioses y buscaron explicaciones naturales para todo. Estos son los antecedentes (al menos en parte) de los filósofos naturales, empezando por Tales de Mileto en el s. VI a. C. y continuando hasta nuestros días. 3) Los filósofos conservadores solían recurrir a la alegoría para explicar estos textos difíciles. Por ejemplo, ellos dirían que los textos que hablan de dioses peleando entre sí, en realidad hablaban del conflicto interno del hombre (i.e. psicología) o la “batalla” entre los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra. Estas tres opciones hermenéuticas (especialmente la primera y la tercera) serán las principales de las que dispondrán los cristianos a la hora de interpretar el Antiguo Testamento.
2. Disputa entre poetas y filósofos. Hacia el final de su obra maestra La República, Platón hace referencia a “una antigua disputa entre la filosofía y la poesía” (Libro X, 607b). Básicamente, Platón se está refiriendo a la disputa entre razón (filosofía) y revelación (poesía), y cuál es más autoritativa: ¿Debería la razón someterse a la revelación o la revelación a la razón? Esta “disputa” se manifestará, a lo largo de la historia cristiana, en unos pocos momentos clave, como en el caso de Pedro Abelardo en el s. XII y la Ilustración francesa en el s. XVIII. Si el tema de los poetas es fides quaerens intellectum (“fe en busca de conocimiento”), el tema de los filósofos es intellectus quaerens fidem(“conocimiento en busca de fe”)
3. Deducción platónica vs. inducción aristotélica. Este punto es similar (y posiblemente vinculado) al anterior, sin embargo, es suficientemente importante como para merecer su propio tratamiento. Básicamente, existen dos enfoques fundamentales de la epistemología (i.e., vías de conocimiento): Deducción, que comienza con el cuadro general y va descendiendo para interpretar los hechos pequeños a la luz del mismo, e inducción, que comienza con los hechos pequeños de abajo y va subiendo hasta intentar dar forma el cuadro general. Platón adoptó un enfoque básicamente deductivo del conocimiento y Aristóteles uno básicamente inductivo. Este conflicto entre puntos de vista epistemológicos se repite una y otra vez a lo largo de la historia de la Iglesia. Un ejemplo particularmente grave tuvo lugar en la Edad Media con el conflicto entre nominalistas (inductivos) y realistas (deductivos).
4. División tripartita del alma. Remontándose a sus primeras tradiciones,[2] y tomando su forma canónica en las obras de Platón y Aristóteles, los griegos entendían que el alma se divide en tres partes: razón, espíritu (i.e., impulso) y apetitos. Con esta base, extrapolaron que las clases y las sociedades debían estructurarse según esas mismas divisiones. En cuanto a las clases, algunas personas eran sabias y, por lo tanto, debían gobernar; otras eran valientes y, por lo tanto, debían luchar y otros eran apetitivos y, por lo tanto, debían ser los productores (“la clase obrera”). En cuanto a las sociedades, los griegos contemplaban tres tipos básicos[3]: monarquías, gobernadas por una persona sabia que deseaba la verdad; aristocracias, gobernadas por hombres valientes que deseaban el honor; y políticas, gobernadas por mucha gente corriente que deseaba la libertad y la igualdad. Todo este esquema de pensamiento sobre la psicología, las clases y la sociedad se convertirá en la base de la reflexión cristiana.
5. Cuatro virtudes filosóficas. Este punto podría haberse incluido en el anterior, pero es de tal importancia e influencia que merece ser tratado por separado. Según los griegos (de nuevo, esp. Platón y Aristóteles), cada parte del alma tiene su virtud correspondiente: La virtud de la parte racional era la sabiduría, la virtud de la parte enérgica era la valentía y la virtud de la parte apetitiva era la moderación. Cuando todas estas virtudes trabajan juntas en armonía producen justicia, que es la cuarta virtud. Estas virtudes serán introducidas en la tradición cristiana y constituirán cuatro de las siete virtudes cristianas, que son la columna vertebral de la instrucción y la reflexión ética cristiana: Las cuatro virtudes filosóficas más las tres virtudes cristianas de fe, esperanza y amor.
6. La teoría ética de Aristóteles. En su justamente famosa obra Ética a Nicomaco, Aristóteles avanzó la teoría general de que, si alguien quiere ser algo, debe practicarlo hasta llegar a serlo. Por ejemplo, si alguien quiere ser panadero, debe practicar los hábitos de un panadero hasta que finalmente se convierta en panadero. Aplicó estos mismos principios a la ética y, especialmente, a la cuestión de la justicia: si alguien quiere ser una persona justa, debe practicar la justicia hasta que se convierta en justo. Esto se conoce como “ética por habituación” y se convirtió en la posición estándar de los pensadores cristianos de la Edad Media. No obstante, cuando Martín Lutero trató de convertirse en una persona justa a través de la práctica de la justicia, lo que encontró es que sólo se hizo más consciente de cuán injusto era, especialmente a la luz de los santos estándares de Dios. Este era el trasfondo de la Reforma protestante y sigue siendo un punto de discusión entre los pensadores católicos y protestantes.
7. La cadena del ser de Aristóteles. A pesar de que Aristóteles no fue el primer pensador griego que habló de una cadena del ser, sí que es su más famoso defensor. Aristóteles situó toda la realidad en una cadena (o escalera) del ser basada en sus respectivas capacidades. Por ejemplo, en la base estarían las rocas y los minerales, que son irracionales, inmóviles y estáticos. Sobre ellos estarían las plantas, que son irracionales e inmóviles, pero organismos dinámicos. Encima estarían los animales, que son irracionales, pero móviles y dinámicos. Sobre ellos estarían los humanos, que son racionales, móviles y dinámicos. Finalmente, sobre los humanos están los dioses, que son inmortales y perfectos. Los cristianos tomaron esta cadena del ser de Aristóteles y la aplicaron a muchas áreas de la vida, como el Estado y la Iglesia.
8. Libre albedrío vs. Determinismo. Antes de que apareciera el cristianismo, los griegos (y otras sociedades, para el caso) ya estaban bien versados en el debate entre libre albedrío y determinismo. En cuanto al determinismo, había al menos dos formas de entenderlo: algunos pensaban que los dioses controlaban nuestros destinos y otros que lo hacían las estrellas. Sea cual sea la fuente, la cuestión es que sus debates influirían posteriormente en los argumentos cristianos sobre la relación entre la soberanía divina y la responsabilidad humana.
9. Trívium y quadrívium. Para cuando el cristianismo entró en escena, la educación grecorromana estaba dividida entre el trívium y el quadrívium. El trívium consistía en la gramática, la dialéctica y la retórica, y el quadrívium en lageometría, la aritmética, la música y la astronomía. Este será el fundamento de la educación primaria y secundaria durante la Edad Media y más adelante.
10. Prioridad de lo espiritual sobre lo físico. Aunque los griegos eran conscientes de que tenían cuerpos, no pensaban mucho en ellos. De hecho, los veían como jaulas en las que sus espíritus habían sido encerrados y habían inventado una rima pegadiza para captar esta idea: soma sema (“tumba del cuerpo”). Esto se convierte en el trasfondo de muchas herejías y falsas enseñanzas a lo largo de la historia de la Iglesia. Por ejemplo, en la Iglesia primitiva el Gnosticismo básicamente despreciaba el mundo físico en favor del espiritual. Un ejemplo más controvertido sería la postura de muchos protestantes modernos que, en realidad, no tienen mucha teología del cuerpo, los sacramentos o el mundo físico en general.
Aunque hay mucho más que decir acerca de los prolegómenos a la lectura de la historia de la Iglesia en general, y de la influencia de la religión, la filosofía y la cosmovisión grecorromana en particular, aquellos estudiantes que entienden estas diez ideas básicas lo tendrán mucho más fácil a la hora de leer la historia de la Iglesia.
[1] Esto es una simplificación excesiva, ya que el cristianismo se esparció rápidamente fuera del Imperio romano en otras partes del mundo. No obstante, creció rápidamente dentro del Imperio romano y, a partir del s. VII, encontró en Europa su mayor centro de influencia.
[2] La división tripartita del alma parece ser de origen proto indoeuropea, apareciendo en la literatura india más antigua, como el Rig Veda (c. 1200 a. C.). Los indios también aplicaron su esquema tripartito a la sociedad y a la política, como hicieron los griegos.
[3] Cada tipo tiene su forma corrupta, pero no las discutiremos en esta ocasión.
Traducido por Trini Bernal; ligeramente modificado por el autor.
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