NB: Esta entrada y otras ya están disponibles en www.credoreina.com, y a partir de 2025, solo estarán disponibles allí. Credo Reina es una red mundial que sirve para divulgar y relanzar la Reforma española en la Iglesia de hoy. Búscanos en Facebook, X, Instagram y YouTube. ¡Esperamos verte en el nuevo espacio!
IV. Las relaciones entre católicos y protestantes hoy día
Durante los 400–450 años posteriores, las relaciones entre católicos y protestantes eran bastante predecibles. La respuesta al protestantismo fue el asunto más importante tratado en el Concilio de Trento durante 1545–1563, y las distintas herejías del protestantismo fueron condenadas explícitamente, a menudo acompañadas de la maldición con la fórmula de anatema. El siguiente concilio ecuménico de la Iglesia fue el Vaticano I durante 1869–1870, y afirmó ampliamente las enseñanzas de Trento y condenó a todo aquel que se oponía a ellas. En palabras llanas, en los 400–450 años posteriores a la Reforma protestante, no existieron relaciones entre católicos y protestantes a excepción de excomulgaciones y condenas mutuas.
No obstante, en los últimos 60 años ha habido un aumento increíble de diálogo entre las dos tradiciones. En 1960 la Iglesia católica reconoció oficialmente el movimiento ecuménico y estableció el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, cuyo propósito consiste en buscar la reconciliación con otras tradiciones cristianas. Durante 1962–1965 los protestantes fueron invitados a asistir al concilio ecuménico de la Iglesia católica, el concilio Vaticano II, en el que los protestantes fueron reconocidos oficialmente como “hermanos separados” y “comunidades eclesiales”, aunque no fueron oficialmente reconocidos como una “iglesia”. Recientemente, en 1999, delegados oficiales de la Iglesia católica y la Federación Mundial Luterana firmaron un documento titulado “Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación” en el que afirmaron “articular una interpretación común de nuestra justificación por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo”, aparentemente eliminando uno de los mayores obstáculos que dividía las dos tradiciones. Desde entonces también ha sido firmado por la Iglesia Anglicana, el Consejo Metodista Unido y la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas. En 2016, los luteranos y católicos celebraron una misa unida que fue el último desideratum que restaba para la unión completa entre las dos tradiciones. Aquí en España, la situación no es diferente. En una reciente entrevista en 2017, Carlos López, el obispo mayor de la Iglesia española reformada episcopal (anglicano español) declaró lo siguiente con respecto a la relación en su iglesia y la Iglesia católica: “El camino de la unidad ya es una realidad. Caminamos juntos”. Todas las señales apuntan a que millones de católicos y protestantes están en el camino de la reconciliación o se han reconciliado ya.
V. Algunas reflexiones acerca de las relaciones futuras entre católicos y protestantes
En este punto me gustaría ofrecer algunas de mis reflexiones acerca del diálogo entre católicos y protestantes. Aunque uno siempre se arriesga a hacer el ridículo cuando intenta predecir el futuro, creo que es relativamente seguro afirmar que la tendencia ecuménica va a continuar. Hay demasiadas fuerzas empujando en favor de la reconciliación como para que ésta se detenga en algún momento cercano en el tiempo. Permítanme mencionar tres de estas fuerzas.
La primera es la minimización de la importancia de la doctrina y de la reivindicación de la verdad que la civilización occidental en su conjunto está experimentando y que tanto está afectando a la Iglesia. Un autor ha resaltado que mientras que en el siglo XVI era muy fácil ser hereje, hoy día es muy difícil. En general, la gente no considera las diferencias teológicas como algo importante, especialmente si no hacen daño a otros. Es difícil para la gente moderna apasionarse sobre si la salvación es por la fe y las obras o sólo por la fe, especialmente cuando ambos grupos parecen comportarse de manera similar.
La segunda es la creciente oposición al cristianismo, desde el secularismo por un lado, y desde el extremismo religioso por otro, además del incremento de problemas importantes y globales tales como la pobreza, las enfermedades y las guerras. Además, los cristianos de ambas tradiciones están perdiendo aliados históricos en gobiernos en todo el mundo, dificultando la convivencia pacífica tal como la Biblia aconseja. Los católicos y protestantes se encuentran conviviendo en lugares más cercanos, lo cuál los obliga a dialogar y trazar acuerdos para alcanzar al menos una paz temporal con el fin de enfrentar estos problemas mayores. Pero algo sorprendente ocurre en este proceso: encuentran que el del otro lado no es tan malo como pensaba y, a menudo, forman relaciones profundas y duraderas unos con otros. Parece que cuando crece la oposición y la persecución también crece la unidad entre católicos y protestantes.
La tercera es el propio Papa Francisco. Si hay algo que ha marcado su pontificado hasta ahora, ha sido su fomento de la construcción de puentes con otras comunidades religiosas, una de las cuales es el protestantismo. Por ejemplo, junto a la misa luterano-católica mencionada antes, el Papa Francisco grabó en 2014 un vídeo corto para un obispo anglicano llamado Tony Palmer en el cual dijo a unos cristianos carismáticos que la separación había terminado y que anhelaba abrazar a los cristianos protestantes como hermanos. Tiene una personalidad increíblemente atractiva y se muestra como un Papa misericordioso y perdonador que pide ayuda a otros y admite los pecados de la Iglesia católica. El Papa Francisco está muy lejos de los Papas de los siglos XIV y XV.
Sin embargo, a pesar de los últimos 60 años de diálogo ecuménico y de las previsiones que nos indican que va a continuar, yo pienso que no ha de hacerlo, al menos de la manera en la que lo ha hecho hasta ahora. Permítanme explicarme. Para empezar, al igual que el erudito anglicano Alister McGrath —posiblemente el mayor experto mundial en la doctrina de la justificación— estoy asombrado por el hecho de que mientras que los católicos y protestantes del siglo XVI veían la doctrina de la salvación como algo positivamente fundamental para sus identidades, parece que hoy en el siglo XXI la ven negativamente como algo que divide las dos tradiciones. Parece como si hoy muchos vieran la cuestión como una vergüenza que sería mejor olvidar. Personalmente, creo que el “acuerdo” sobre la doctrina de la justificación entre los católicos y varios grupos protestantes es demasiado prematuro. Desde luego, si hay unidad en este punto tan fundamental, entonces debería haber también unidad en doctrinas como la de los sacramentos, las indulgencias, el purgatorio y los santos. Pero, ¿qué católico estaría dispuesto a abandonar los sacramentos? O ¿qué protestante estaría dispuesto a aceptar las indulgencias o el purgatorio?
Lo mismo podría decirse con respecto a la autoridad. Mientras los protestantes sigan insistiendo en que sólo la Escritura es autoritativa, nunca podrán aceptar ciertas enseñanzas que los católicos afirman haber sido recibidas por medio de la tradición oral tales como la supremacía del Papa y la inmaculada concepción de María con su asunción corporal al cielo. Pero si estas dos tradiciones tienen el propósito de unirse, entonces deberían estar unidas también en estos temas. Pero, ¿qué católico está preparado para decir que el Papa es falible? O ¿qué protestante estaría dispuesto a aceptar que María fue inmaculadamente concebida y que ascendió corporalmente al cielo después de vivir una vida sin pecado? Expresándolo de una manera más llana, ¿qué católico estaría dispuesto a dejar de rezar a María y qué protestante estaría dispuesto a empezar a hacerlo?
Mi pretensión no es que se perpetúe la división entre católicos y protestantes. De hecho, mi corazón sufre por las muchas divisiones dentro del cuerpo de Cristo. Por el contrario, mi deseo es conseguir que ambas partes se tomen sus diferencias en serio y que procuren alcanzar un verdadero acuerdo exhaustivo acerca de las cuestiones fundamentales de la salvación y la autoridad. Yo también quiero la paz como otros, pero no quiero la paz a costa de la verdad. Que Dios nos dé sabiduría a todos.
[Me gustaría agradecer a Alberto Gómez por traducir este texto del inglés. He hecho algunos cambios ligeros a su traducción así que cualquier error se debe considerar el mío.]
Comments