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Foto del escritorAndrés Messmer

El aprecio de ocho reformadores españoles por la Iglesia primitiva

Actualizado: 9 jun 2022



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¿Crees que los credos, concilios y maestros de la Iglesia primitiva tienen valor para los cristianos hoy en día? Por lo menos ocho de nuestros reformadores españoles —Constantino Ponce de la Fuente, Juan Díaz, Casiodoro de Reina, Antonio del Corro, Cipriano de Valera, Adrián Saravia, Juan de Nicolás i Sacharles y Jaime Salgado— pensaban que sí. Aquí tenemos sus palabras:


Constantino Ponce de la Fuente:

(Después de citar los Credos apostólico, niceno y atanasio) «Aunque en forma muy breve, en estos tres símbolos se contiene toda la fe cristiana. En la exposición más amplia que de ellos haremos a continuación, se verá como de estos contenidos breves, como si fueran una fuente, o las raíces de una planta, emergen todas las doctrinas de la fe cristiana.»

(Constantino Ponce de la Fuente, Doctrina Cristiana, cap. 31)


Juan Díaz:

(Después de hablar de la máxima autoridad de las Escrituras, dice lo siguiente) «Abrazamos, no obstante, tres símbolos, Apostólico, Niceno y el de Atanasio, como un epítome de las Escrituras proféticas y apostólicas. También los cuatro grandes Concilios, Niceno, Constantinopolitano, Efesino y Calcedonense. […] Finalmente, queremos comprendidos en esta doctrina a los escritores eclesiásticos ortodoxos y santísimos padres, Tertuliano, Cipriano, Ambrosio, Agustín, Jerónimo, etc.; pero solo en cuanto ellos mismos quieren ser reconocidos y leídos, y la sentencia, en ellos, tenga el testimonio de la Escritura.»

(Juan Díaz, “Suma de la religión cristiana”, p. 104 en Claudius Senarclaeus, Historia de la muerte de Juan Díaz, 104, lenguaje actualizado)


Casiodoro de Reina:

«Cuanto a lo que toca al autor de la Translación, si Católico es, el que fiel y sencillamente cree y profesa lo que la santa Madre Iglesia Cristiana Católica cree, tiene y mantiene, determinado por Espíritu Santo, por los Cánones de la Divina Escritura, en los Santos Concilios, y en los Símbolos y sumas comunes de la fe, que llaman comúnmente el de los Apóstoles, el de el Concilio Niceno y el de Atanasio, Católico es, e injuria manifiesta le hará quien no lo tuviera por tal.»

(Casiodoro de Reina, Biblia del Oso, ‘Amonestación al Lector’, 1569, lenguaje actualizado)


Antonio del Corro:

En su carta del 03 de julio de 1571, después de afirmar la autoridad de las Escrituras, afirma que los tres símbolos de Nicea, de Atanasio y de los Apóstoles, tienen autoridad, explican la fe y deben ser recibidos por todo cristiano.

(Carta reproducida en el latín original: J. H. Hessels, Ecclesiae londino-batavae Archivum, vol 3 parte 1 [Cambridge], 144–145)


Cipriano de Valera:

«[…] los tres Símbolos, de los Apóstoles, Niceno, [y] de Atanasio: los cuales son un sumario de lo que el cristiano debe creer tomado de la Escritura.»

(Dos Tratados: De la misa y de su santidad, p. 463 en Reformistas Antiguos Españoles, lenguaje actualizado; luego, va a mencionar el sexto concilio [pero de manera ambigua] y rechazar Nicea II [ibid, 8, 51)


Adrián Saravia:

«Recibo y abrazo el credo que es llamado de los apóstoles, y también de Nicea y de los otros tres concilios generales, con aquello que es de Atanasio. […] Asimismo, condeno todas las herejías y doctrinas que son ajenas de la palabra escrita de Dios, y sobre todo aquellas que los famosos cuatro concilios generales condenaron: Nicea, Constantinopla, Éfeso primero y Calcedonia.»

(Testamento de Adrián Saravia, 03 de enero de 1613; cf. Willelm Nijenhuis, Adrianus Saravia (c. 1532–1613): Dutch Calvinist, first Reformed defender of the English episcopal Church order on the basis of the ius divinum [Leiden: Brill, 1980], 368)


Juan de Nicolás i Sacharles (implícitamente):

«La doctrina de la Transubstanziazion, ¿no es una novedad, introduzida en la Iglesia Romana, haze solo unos cuatrozientos años? […] ¿Cuál de los Padres, que florezieron en los quinientos años primeros despues de Cristo; creyó jamás, que somos justificados por las obras de la Lei, i no por Fé […] Cuál de los Padres antiguos, sostuvo nunca, que hubiese otro purgatorio, en el cual, o por el cual, se purgasen nuestras almas, antes de entrar en el zielo; sino la sangre de nuestro Señor i Salvador […] ¿Cual, entre los antiguos, en los quinientos, o mas bien, en los seiszientos años primeros; creyo jamás, o enseñó; que el Obispo de Roma, es la cabeza de la Iglesia universál; que tiene poder para privar de sus reinos, a Reyes; absolver súbditos de la fidelidád jurada; dispensar votos, hechos a Dios; admitír en el catálogo de Santos, a quien le agrade; imponer leyes sobre la Iglesia universal; perdonar pecados como Juéz; librar almas del purgatorio; p ronunziar sentenzias supremas i absolutas, sin posibilidad de apelar, en materias de Fe?»

(El español reformado, en Reformistas antiguos españoles VIII:24–26)


Jaime Salgado:

«En cuanto a los Padres de la Iglesia antigua, y los cuatro concilios primitivos, los abrazamos como intérpretes de las Santas Escrituras; sí, y también afirmamos que pueden atar nuestra conciencia de manera subordinada a las Escrituras, pero no forzarla a la fe (ligant, non obligant).»

(Jaime Salgado, El clérigo romano, 14; traducción propia)


En conclusión, se puede concluir que, a nivel general, los reformadores españoles tomaron la misma postura que los reformadores magisteriales de otros países (y sobre todo los de Inglaterra): afirmaron que mucho de los primeros 4–5 siglos es bueno y correcto (en concreto, los tres símbolos o credos fundamentales y/o los primeros cuatro concilios ecuménicos de la Iglesia), pero que mucha teología medieval (¡pero no todo!) tiene que ser reformado a la luz de las Escrituras.

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